Y todos esos chocarreros formaron una tienda de alaridos y alas para proteger al héroe del despecho vengativo de la Sol. Era una chacarrachaca de aguas dioses y pajaritos que ya no se escuchaba nada más y la igarité medio se quedaba al garete.
De todos modos, es inquietante que parte de la prensa y de la opinión ilustrada de México pertenezca a esa minoría chacarrachaca y que los más sensatos no intenten siquiera callarla.